La tecnología evoluciona a pasos agigantados; es decir, casi tan rápidamente como la propia humanidad. Lo que pasa es que, naturalmente, muchos de esos cambios no se evidencian jamás a simple vista, y eso nos lleva a pensar que no se están dando. Les pondré un par de ejemplos tontos, y, en particular, es en el último en el que me gustaría centrarme, porque el primero quizá sí que sea más obvio. El primero, decía, es el de las gafas. ¿Desde cuándo existen las gafas? Desde hace mucho tiempo; y siguen existiendo, y sirven para lo mismo, y las llamamos igual; sin embargo, las gafas también han evolucionado, aunque en aspectos muy sutiles: por ejemplo, ahora son de plástico irrompible y antes eran de cristal, y a día de hoy raras son las patillas que no sean de aleación de titanio.
En cuanto al segundo ejemplo, ese que he dicho que me interesa, es el del audífono. Personas con gafas vemos todos los días, saltan a la vista; pero los audífonos permanecen fuera de miradas ajenas porque se introducen en el oído. Por eso, la mayoría de personas, las que tenemos la suerte de no sufrir problemas de audición, no sabemos siquiera cómo son o cómo funcionan; y por eso, es fácil caer en la errónea creencia de que los de hace, qué sé yo, veinte años, son exactamente iguales que los de ahora. Y es mentira. Es más, en la actualidad, hay que añadir un matiz: el de los audífonos digitales. Básicamente son audífonos tecnológicamente mucho más sencillos de regular que los de antaño; y también, bastante más electrónicos.
Porque la electrónica baña nuestro día a día y nuestro mundo. Está por todas partes, dependemos de ella y lo hacemos hasta en las cosas más normales o habituales de nuestra vida. Por cierto, si quieren ver qué forma tienen estos aparatos que regulan la audición, hay más información y más imágenes aquí. Eso sí, les deseo de todo corazón que nunca necesiten usarlos. Si son miopes, como yo, supongo que bastante tendrán ya con un defecto visual. |